miércoles, 31 de marzo de 2010

Texto Impublicitario - El crimen

En Holendaguem la pena capital por homicidio en primer grado, en un caso visto para sentencia, se ejecuta exactamente al mes de que haber dictado el veredicto. Culpable.

En un país soberbio y orgulloso de sus métodos de investigación eficientes y eficaces, no cabe lugar a error, no cabe lugar a la tortura mental de un corredor de la muerte y no cabe lugar a otra opción que no sea el castigo inmediato a un delito.
Amor con amor se paga.

Thomas Hellberg Laugten fue declarado culpable el 15 de diciembre de 1963 por el asesinato de su esposa Frederika Hellberg Klauston. Thomas Hellberg fue ejecutado el 15 de enero de 1964.

El 27 de noviembre de 1963 la policía nacional de Holendaguem arrestó a Thomas en la misma puerta de su domicilio, donde una multitud de vecinos encolerizados le retenían ante el cadáver de su esposa.

Los vecinos atónitos observaban el cuerpo de la mujer que habían oído chocar contra el suelo. Muchos miraban desde sus cocinas preguntándose cómo y si habría sobrevivido a un caída de 7 pisos. La gente de la calle rodeó el cuerpo buscando signos de vida e hicieron de muro humano cuando Thomas apareció repentinamente en...
el portal. Acalorado, sudando, nervioso y definitivamente asustado ante un montón de miradas acusadoras.


-       ¡Ha sido él! –gritó una vecina- ¡Es el marido! ¡Ha sido él!

El cristal estalló en pedazos cuando el cuerpo de Frederika lo atravesó precedido por un último alarido…

-       ¡No! ¡Thomas, por favor! ¡No!

            El estrépito espabiló a los vecinos ya de por sí atentos por la discusión que había estado desarrollando en el piso ,y muchos pudieron llegar a ver cómo el cuerpo se estrellaba en la acera.

Thomas había bajado los 7 pisos del edificio sin ascensor a toda velocidad. Huyendo de la violenta discusión que retumbó por toda la Comunidad. Gritos, reproches, golpes, súplicas, que venía sucediéndose desde hacía semanas.

Thomas Hellberg Laugten hacía tiempo que había dejado de ser un buen marido. Un trabajo absorbente. Una joven amante. Una desidia cada vez mayor. Falta de deseo. Falta de interés. Harto de una mujer exigente, frustrada, cargada de reproches y con la aparente intención de amargarle a cada momento.

Tan lejos de aquella Frederika que estaba dispuesta a dejarlo todo por hacerle feliz, y esperarle siempre con una sonrisa y un abrazo.

Tan lejos de aquel amor inocente y dulce que comenzó hacía ya 20 años. Cuando en aquellas tardes de otoño Frederika y Thomas se buscaban a escondidas y se prometían felicidad con besos robados.

Tan lejos de aquel Thomas que buscaba cualquier excusa para hacer una promesa. De aquellas palabras que robaron su corazón para pertenecerle por completo.

Frederika abandonó estudios y trabajo para dedicarse a él. Ama de casa sin más ambiciones que amarle, hizo de su vida un hogar para Thomas. Todo era Thomas. Las cortinas, la comida, la colcha, los libros, la luz, las conversaciones, los pensamientos, lo sueños, las frustraciones y los deseos.

Frederika Hellberg Klauston se rompió el día que supo de la joven amante. Su corazón cambió

Frederika había descubierto que él iba a abandonarla. Ama de casa. Sin estudios. Sin hijos. No tenía nada que perder. Durante semanas provocó repetidas y violentas discusiones en el hogar, jugando de ante mano con las paredes de papel del edificio y el oído atento de un vecindario cotilla. Contó en todo momento con la cobardía de su marido para dar el paso definitivo, pero sabía que llegaría el día en que se marcharía con la nueva zorrita que había encontrado. No tenía nada que perder. El jueves 27 de noviembre lo preparó todo para que la discusión se provocase justo antes de una reunión importantísima a la que Thomas tenía que asistir. Discutirían en el salón comedor cuya ventana daba al patio de vecinos. Le pondría histérico. Histérica ella también gritaría y golpearía los muebles, suplicándole a voz en grito ‘No, Thomas, por favor, no’… Conocía a su marido. La tensión del momento podría con él, como tantas otras veces, y se marcharía corriendo de la discusión, acuciado por la prisa de la importante reunión.

Thomas salió corriendo del salón comedor. Frederika se lanzó contra la ventana gritando ‘Thomas, Thomas, ¡NO!’. Se estrelló contra el suelo a una velocidad de 50 km/h. La velocidad de un cuerpo de 60 kilos cayendo desde 7 pisos hasta chocar contra el asfalto.

5 minutos después. Con el cuerpo de Frederika muerto rodeada de vecinos aterrorizados, Thomas aparecía sofocado y con la ansiedad de la prisa en su rostro tras bajar 7 pisos sin ascensor a todo correr.

-       ¡Ha sido él! –gritó una vecina- ¡Es el marido! ¡Ha sido él!

En Holendaguem la pena capital por homicidio en primer grado, en un caso visto para sentencia, se ejecuta exactamente al mes de que haber dictado el veredicto. Culpable.

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